ESCARAMUJO #1. Concurso permanente de cuentos cortos

Escribe en nuestro blog - dejando un comentario en la sección "Escaramujo", que iremos actualizando con cada número - tu relato corto. La redacción de El Grito elegirá un cuento ganador entre los que nos hayáis enviado para publicarlo en su siguiente número. Además, se premiará al ganador/a con un libro del fondo bibliográfico de la Asamblea. El cuento tiene que ser tú cuento, es decir, original. El cuento no debe tener de extensión más de una carilla. El primer cuento que nos enviéis podrá ser de tema libre, y a partir del segundo, podréis optar por usar como fuente de inspiración los elementos que veáis más importante del cuento publicado anteriormente, descontextualizándolos, aunque también serán bienvenidos los de tema libre.

Desde El Grito os animamos a participar, ¡esperamos vuestros cuentos con impaciencia!

ACLARACIÓN: para enviar el cuento, entrad en
sambleaestudiantescadiz.blogspot.com y dejadlo en la entrada
que hemos etiquetado "Escaramujo #1" [es decir, en esta misma entrada].

2 comentarios:

Aefe dijo...

[ Pon al cuento el nombre que creas que merezca ]

Al final de tu almohada me tienes. Al final de tu almohada te espero. Pero desde el
final de tu almohada te oigo llorar, y no me quieres llamar, ¿por qué? Estoy
esperándote al final de tu almohada. Sólo tienes que pedírmelo, vuélvete y mírame.
Llegaré desde el final de tu almohada. ¿Acaso crees que estoy tan sólo para llenar
un hueco al final de tu almohada? Todos tenemos a alguien al final de nuestra
almohada...

Recuerdo que una noche te asustaste, estaba yo junto a las puertas de tu armario,
al final de tu almohada, pero no había ningún monstruo. Duermo junto al
armario, para que nadie salga de sus puertas y asuste, al final de tu almohada...

Recordarás entonces porqué una noche te asustaste. Pero, ¿acaso soy monstruo? Yo
sólo salí de donde me escondía para quedarme al final de tu almohada. Sí, duermo
junto a tu armario, al final de tu almohada, pero lo hago por ti. No salí de mi
mundo para nada malo. Salí poco a poco porque siempre supe que te asusta
despertarte sin saber qué te ha despertado. Salí con delicadeza. Te llamaba desde
mi escondite. Susurraba tu nombre. Ojos de mirada antinatural. Pelo oscuro y
encrespado. Sangre en mis manos. Sangre en mi boca. Ruidos muchos, poco propios
de un humano. Palabras torpes. Movimientos torpes. Miedo yo más que tú; a ser
devuelto y expulsado del final de tu almohada...

Salí de mi escondite ofreciéndote lo que pedían tus ojos y más tarde verificó tu
sonrisa. Salí de mi escondite hacia el final de tu almohada buscando tu sonrisa
más pura. Salí de mi escondite tras las puertas de tu armario, un monstruo
quizás, para quedarme junto a ti, cuidándote desde el final de tu almohada...

Hoy este monstruo sigue estando al final de tu almohada mas la valentía que él
mismo te regaló, la misma valentía que te pidió que tuvieras cuando se mostró, es
la culpable de que a ti ahora nadie pueda protegerte de las puertas de tu armario al
final de tu almohada.


>>¿Por qué dejar que tú (lector) pongas el título? Pues porque cuando lo leas serás tú quien recuerde
“este cuento sin título” con el título más adecuado a tu lectura y más bonito a tus ojos.

Aefe.

Dilealarabia dijo...

Para ti los príncipes, para mi los besos.

Recuerdo Uno hablaba con Recuerdo Dos. Cada vez que llegaban a un acuerdo, un inocente cascabel ubicado en cualquier parte hacía cosquillas al silencio impúdico de la habitación. No sería disparatado decir que el cascabel se empolvaba de no sonar.

Por alguna razón, la ruptura en el contrato de sus mutuos intereses había provocado aquella discusión entre dos recuerdos que se amaban con locura. Pero la abogacía no es trabajo para sensibleros y ahora cada uno debía barrer hacía dentro todo lo que pudiera. Por lealtad a sus respectivas partenaires.

Yo propongo algo así, dijo Recuerdo Dos. Para vosotros los paseos marítimos, los anfiteatros, la salsa y los balcones cerrados. Los cafés, las paradas de autobús y la fobia a los gatos. Para nosotros los pasillos, las aulas, los amigos en común, las casas preferidas, las cafeterías y el sol. El camino hasta casa, la hierba y las palabras bonitas. Todas y cada una.

Recuerdo Uno no podía dar crédito a lo último que había escuchado. Ni pensarlo, dijo. Nosotros queremos la custodia de las palabras bonitas. Y vamos a pelear duro por ellas. Te advierto que haremos llegar la sangre al río. Recuerdo Dos se retractó, conteniendo las ganas de llorar. El pobre era demasiado pequeño e inseguro para aquella batalla. De acuerdo, de acuerdo. Podréis tener las palabras bonitas la mitad de vuestra vida. Pero nosotros, además de nuestra mitad de vida, queremos todos los besos que no dimos para el resto de nuestros sueños. Recuerdo Uno apenas se opuso a aquella petición. Afirmó con mirada seria y volvió a recuperar la compostura.

Recuerdo Dos suspiró. Miró de nuevo el trozo de papel arrugado donde Serenidad le había garabateado las cosas que podía y no podía dejar que Recuerdo Uno se llevase. Reanudó la lectura. Nosotros queremos nuestros sueños, los viajes y los proyectos de futuro. Las promesas podéis quedároslas, además de las fotos y las lágrimas. No queremos vuestras lágrimas, espetó Recuerdo Uno. Entonces serán nuestras para siempre. Y con la mano en incesante tembliquete, Recuerdo Dos lo apuntó en la lista. Y siguió. Para vosotros María Villalón, para nosotros Eva Amaral. Para vosotros la lluvia y para nosotros las flores. Para vosotros los números y para nosotros las letras. Para vosotros los bailes, Nena Daconte y la pereza. Para nosotros el rock, Amy MacDonald y la risa. Para vosotros Londres, la mitad de París, Roma y Madrid; para nosotros Grecia, Nueva York, Bacelona, la otra mitad de París y Sevilla.

Paró y tomó aire. No quedaba mucho más. De hecho, arrugó la nota de Serenidad y la metió de nuevo en su bolsillo. Mirando a Recuerdo Uno, tomó valor para hablar. Estaba apunto de decir algo que no estaba en los planes de nadie. Sólo hay una cosa más, dijo. Qué, preguntó serio Recuerdo Uno. Podéis coger vuestras manos, vuestro brillo y nuestra fuerza. Pero dejadnos sólo una cosa.

Recuerdo Uno se levantó, alisó los pliegues de su americana y esperó la última petición.
¿Qué será esa cosa?
Vuestro olor. Queremos vuestro olor para el resto de la vida.


La ternura asomó a los ojos de Recuerdo Uno.
Puso su mano sobre la mejilla de Recuerdo Dos.
Hecho. Trato hecho.

Abrazos,
Ove :)

Publicar un comentario